Imagínate una carrera de relevos donde solamente puede correr una persona a la vez, en tanto no se termina una etapa y se entrega la estafeta, no se puede empezar con la siguiente. Todo el equipo está listo para correr, pero van a estar detenidos hasta que les llegue su turno.
Si, exactamente es lo que sucede todos los días con el desarrollo de productos y con más frecuencia en el software y aplicaciones. El desarrollo tradicional que utilizan muchas empresas se hace en forma secuencial o “en cascada”, primero se documentan con gran detalle todos los requerimientos, entonces empieza el diseño, después la planeación, luego el desarrollo, por último se hacen pruebas y se corrigen (si da tiempo) todos los problemas.
La principal ventaja es su lógica y estructura: piensa antes de construirlo, escribe todo, sigue un plan y mantén el proyecto lo más organizado posible. Solo tiene un pequeño inconveniente: no es la forma en la que trabajamos.
En lugar de una carrera de relevos donde corre uno a la vez y se va pasando la estafeta, en el entorno actual funciona mejor cambiar a un enfoque holístico estilo rugby, donde el equipo avanza como unidad pasando el balón entre ellos las veces que sea necesario hasta alcanzar el objetivo. Suena mucho mejor ¿no?. Este es el principio en el que se basa el desarrollo ágil que plantearon Hirotaka Takeuchi e Ikujiro Nonaka en su artículo “The New New Product Development Game” (no es un error, se enfatiza “nuevo) publicado en la revista Harvard Business Review en 1986. Si en esa época el método secuencial no era lo suficientemente rápido y adaptable, tampoco lo es actualmente. ¿Qué es Scrum?▸
Seamos realistas, una vez definidos los requerimientos, no se permiten cambios durante la marcha, no porque se siga la metodología al pie de la letra, sino porque son muy costosos. Si hay alguna variación en el alcance del proyecto o el costo, entonces tenemos que volver a negociar el tiempo de entrega y el aumento en los costos; continuar con este procedimiento puede convertirse en algo interminable y frustrante, prácticamente un círculo vicioso.
Es imposible pensar que en un proyecto de más de seis meses no haya cambios durante la marcha. Es parte de nuestra naturaleza, no podemos predecir el futuro y además en el camino se nos ocurren muchas ideas de como hacer mejor las cosas, pero ya dijimos que no se permiten los cambios porque es muy costoso. Entonces la metodología que se utiliza limita la creatividad y no permite adaptarse al cambio. Es más también limita la participación y retroalimentación del cliente porque produce más cambios.
Ya sea que estés desarrollando un nuevo producto o quieras mejorar uno existente, el presupuesto es limitado y no es tan fácil conseguir más personal. La opción más lógica sería hacer ajustes en la ejecución para obtener mejores resultados (o “menos peores”): “Si lo hiciéramos mejor funcionaría” – si hiciéramos más planeación, más documentación y limitamos los cambios, todo va a funcionar bien. Créanme que lo intenté varias veces y sí se puede lograr una ligera mejoría pero se necesita un gran esfuerzo y no lo compensa. Además la respuesta no está en la metodología secuencial, porque es un proceso que toma mucho tiempo, limita la creatividad y la flexibilidad; que es lo que queremos cambiar. Este problema me llevó a buscar alternativas.
Este problema me llevó a buscar alternativas.
Estuve buscando opciones que permitan desarrollar productos en menos tiempo con los mismos recursos, sin sacrificar la calidad y después de haber probado otras opciones, finalmente encontré la solución: una metodología Ágil llamada Scrum.
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